Reflexión Cuarto Domingo de Adviento | 20 de diciembre – Ciclo B
EL AUTÉNTICO SENTIDO NAVIDEÑO
Reflexión Cuarto Domingo de Adviento
Domingo 20 de diciembre de 2020
Reflexión Cuarto Domingo de Adviento
Ciclo B
Introducción
El recuerdo más sugestivo del nacimiento del Señor, ya inminente, viene del belén, que en numerosas casas ya ha sido montado. Pero la sencillez del belén contrasta con la imagen de la Navidad que los mensajes publicitarios proponen a veces de modo insistente. También la hermosa tradición de intercambiarse, entre familiares y amigos, los regalos con ocasión de la Navidad, bajo el influjo de cierta mentalidad consumista corre el riesgo de perder su auténtico sentido «navideño».
En efecto, esta costumbre se comprende partiendo del hecho de que Jesús en persona es el Don de Dios a la humanidad, del que nuestros regalos en esta fiesta quieren ser reflejo y expresión. Por esta razón, es muy oportuno privilegiar los gestos que manifiestan solidaridad y acogida con respecto a los pobres y los necesitados.
Ante el belén, la mirada se detiene sobre todo en la Virgen y en José, que esperan el nacimiento de Jesús. El evangelio de este IV domingo de Adviento, con la narración de la Anunciación, nos muestra a María a la escucha de la Palabra de Dios y dispuesta a cumplirla fielmente. Así, en ella y en su castísimo esposo vemos realizadas las condiciones indispensables para prepararnos a la Navidad de Cristo.
Ante todo, el silencio interior y la oración, que permiten contemplar el misterio que se conmemora. En segundo lugar, la disponibilidad a acoger la voluntad de Dios, sea cual sea la forma en que se manifieste. El «sí» de María y de José es pleno y compromete toda su persona: espíritu, alma y cuerpo.
¡Que así sea en cada uno de nosotros! Ojalá que Jesús, que dentro de pocos días vendrá a llenar de alegría nuestro belén, encuentre en cada familia cristiana una generosa acogida, como sucedió en Belén durante la Noche santa. (San Juan Pablo II. Ángelus, Domingo 22 de diciembre del 2002.)
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Lc 1. 38
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho. R/.
EVANGELIO
San Lucas 1, 26-38
Concebirás y darás a luz un hijo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin».
María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?».
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios».
María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Para la reflexión personal
«¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza» (San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 286).
Oración
Padre Misericordioso, siguiendo el modelo de María, madre de Jesús y madre nuestra, que se ha adherido generosamente a tu voluntad con su «aquí estoy», queremos que aumentes en nosotros el deseo de buscarte cada día por la escucha de la Palabra y la oración silenciosa, para que nuestra vida se vaya conformando a tu Palabra y dé frutos de gozo, paz, bondad, para cuantos nos rodean y reconozcamos la presencia de tu Hijo en todos nuestros acontecimientos cotidianos. Amén.
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