Reflexión Evangelio 10 de febrero | Semana V Tiempo Ordinario, miércoles – Año Impar

EL EGOÍSMO, CONSECUENCIA DE LA CULPA ORIGINAL
Reflexión Evangelio 10 de febrero

Reflexión Evangelio 10 de febrero
Miércoles 10 de febrero de 2021
Santa Escolástica, virgen
Semana V del Tiempo Ordinario, miércoles – Año Impar

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Jn 17,17)
R/. Aleluya, aleluya.

Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos en la verdad. R/.

EVANGELIO

Marcos 7, 14-23
Lo que sale de dentro es lo que hace impuro el hombre

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23

En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro».

Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: «¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón. sino en el vientre y después, sale del cuerpo?». Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.

Luego agregó: «Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre». 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene “de fuera”, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica.

Esta manera de pensar ―advierte Jesús― es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51,7).

Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original.

Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre.

Para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. (Papa Emérito Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma (extracto), 2010)


Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Evangelio 10 de febrero
La relación sana con la naturaleza
Hacia la naturaleza sentimos admiración, agradecimiento y la utilizamos responsablemente; pero adorar, entregar el corazón, venerar con toda nuestra alma solamente a Dios.
Para la reflexión personal

¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor? ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre? ¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. (Papa Emérito Benedicto XVI)

Oración

Señor Jesús, danos tu hambre; no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la Palabra de Dios. Que tu Espíritu nos haga percibir  los mandamientos no como una lista de observancias que hay que guardar. Que ellos nos muevan a servirte no de una manera esclavizada, sino como hijas e hijos tuyos que te aman y a quienes has hecho libres. Purifica nuestros corazones y nuestras intenciones, para que participemos también en tus actitudes de apertura a tu voluntad y a las necesidades de los hermanos. Amén.

Hablar con Dios

Como acrecentar nuestra fe en las tribulaciones: Tema #1

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