Reflexión Evangelio 13 de febrero | Semana V Tiempo Ordinario, sábado – Año Impar
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Reflexión Evangelio 13 de febrero
Reflexión Evangelio 13 de febrero
Sábado 13 de febrero de 2021
Semana V del Tiempo Ordinario, sábado – Año Impar
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Mt 4, 4)
R/. Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R/.
EVANGELIO
Marcos 8,1-10
La gente comió hasta quedar satisfecha.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos
En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos».
Sus discípulos le respondieron: «¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma esta gente?». Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos le contestaron: «Siete».
Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
la diferencia más significativa entre los dos relatos es que en el primero son los mismos discípulos los que toman la iniciativa, los que se preocupan del hambre de la gente que les sigue, aunque después no sepan cómo saciarla y piensen simplemente en despedir a la muchedumbre para que se vaya a sus casas.
En el presente relato, en cambio, que precisamente está relacionado con los no judíos, todo tiene su nacimiento en la compasión de Jesús. Mientras se trate de próximos, de gente cercana, son los discípulos, somos nosotros mismos quienes nos preocupamos de ellos, de sentir compasión. Pero cuando se trata de gente lejana, de pecadores, se requiere una compasión más grande, y sólo Jesús es capaz de revelar la misericordia del Padre.
El problema que aparece en la sección evangélica de los panes es también el de comer, pero la perspectiva está invertida. No se trata de procurarse el pan, no se puede saciar el hambre en un desierto. Sólo es posible acoger un don, producto de la misericordia y la compasión, que se multiplica en partes iguales para todos. La situación del desierto, el estar desprovistos de todo, se convierte en la ocasión para volver a lo esencial, para comprender de qué vivimos verdaderamente. Tampoco Adán y Eva, expulsados del huerto, padecen una medida punitiva; simplemente, vuelven a darse cuenta de qué viven: de la misericordia.
A fin de cuentas, es Dios, y sólo él, quien «sacia el hambre de todo ser vivo» (cf. Sal 145,16). Es maravilloso experimentar que es sólo Dios quien calma nuestra hambre, de una manera sorprendente. También lo es experimentar que ni siquiera teníamos el coraje de admitirlo y que eso lancinaba nuestro corazón. Por otra parte, el alimento que él nos da es sobreabundante; es puro don, es fruto de un gesto gratuito que expresa la gratuidad de su amor por nosotros. Nosotros sólo tenemos que aceptar y comer su alimento.
Para la reflexión personal
«Cuando vencemos en nosotros mismos las apetencias de los bienes temporales, vencemos en nosotros a aquel que reina mediante esas apetencias del hombre. Cuando le dijeron al diablo: «tierra comerás», le dijeron al pecador: «tierra eres y en tierra te convertirás» (Gén 3,14-19). El pecador fue hecho así alimento del diablo. No seamos, pues, tierra, si no queremos ser devorados por la serpiente» (El combate cristiano 2).
Oración
Padre nuestro que estás en los cielos, haznos anhelar tu justicia, tu paz y todas las cosas consistentes, que permanecen. Danos la comida copiosa de tu palabra y de tu vida por medio de aquél que es nuestro pan de vida, Te damos gracias, Padre generoso, por habernos dado a Jesús tu Hijo como nuestro alimento para el camino que nos lleva hacia ti y hacia los hermanos. Danos determinación y creatividad para llevar a un mundo hambriento alimento suficiente y una participación más justa y equitativa de los bienes de la tierra. Pero ayúdanos también a partir el pan de la dignidad humana y de la esperanza para todos. Amén.