2do Domingo de Cuaresma | Reflexión Evangelio 28 de febrero – Ciclo B

LA TRANSFIGURACIÓN 
ES UNA EXPERIENCIA DE ORACIÓN
2do Domingo de Cuaresma

2do Domingo de Cuaresma
Reflexión Evangelio 28 de febrero de 2021
Tiempo de Cuaresma – Ciclo B


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Mc 9, 7)
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: «Éste es mi Hijo amado; escúchenlo». R/.

EVANGELIO

Marcos 9, 2-10
Éste es mi Hijo amado.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado; escúchenlo». En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de «resucitar de entre los muertos». 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

La liturgia vuelve a proponer este célebre episodio precisamente hoy, segundo domingo de Cuaresma (cf. Mc 9, 2-10). Jesús quería que sus discípulos, de modo especial los que tendrían la responsabilidad de guiar a la Iglesia naciente, experimentaran directamente su gloria divina, para afrontar el escándalo de la cruz. En efecto, cuando llegue la hora de la traición y Jesús se retire a rezar aGetsemaní, tomará consigo a los mismos Pedro, Santiago y Juan, pidiéndoles que velen y oren con él (cf. Mt 26, 38). Ellos no lo lograrán, pero la gracia de Cristo los sostendrá y les ayudará a creer en la resurrección.

Quiero subrayar que la Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración (cf. Lc 9, 28-29). En efecto, la oración alcanza su culmen, y por tanto se convierte en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden como formando una sola cosa. Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que lo había mandado al mundo para salvar a la humanidad. Junto a Jesús aparecieron Elías y Moisés, para significar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria (cf. Lc 24, 26. 46).

En aquel momento Jesús vio perfilarse ante él la cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte. Y en su corazón, una vez más, repitió su «Amén». Dijo «sí», «heme aquí», «hágase, oh Padre, tu voluntad de amor». Y, como había sucedido después del bautismo en el Jordán, llegaron del cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz que lo proclamó «Hijo amado» (Mc 9, 7).

Juntamente con el ayuno y las obras de misericordia, la oración forma la estructura fundamental de nuestra vida espiritual. Queridos hermanos y hermanas, os exhorto a encontrar en este tiempo de Cuaresma momentos prolongados de silencio, posiblemente de retiro, para revisar vuestra vida a la luz del designio de amor del Padre celestial. En esta escucha más intensa de Dios dejaos guiar por la Virgen María, maestra y modelo de oración. Ella, incluso en la densa oscuridad de la pasión de Cristo, no perdió la luz de su Hijo divino, sino que la custodió en su alma. Por eso, la invocamos como Madre de la confianza y de la esperanza. (Papa Emérito Benedicto XVI. II Domingo de Cuaresma. Ciclo B. Domingo 08 de marzo del 2009.)


Fray Nelson Medina, O.P.
Reconocernos en Cristo
2do. DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B
Al subir al monte con Nuestro Señor lo que antes era imposible Jesús lo hace posible porque Él te transfigura, te transforma.
Para la reflexión personal

«A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad. Allí, todo es reposo, alegría y regocijo; todo serenidad y calma, todo paz, resplandor y luz. Y no luz como esta de que gozamos ahora y que, comparada con aquella, no pasa de ser como una lámpara junto al sol.» San Josemaría Escrivá, Camino, n. 139.

Oración

Señor Dios y Padre nuestro: Junto con los apóstoles, y con los ojos de la fe, hemos visto a tu Hijo transfigurado. Cada ves que nos invitas a subir al Monte Tabor en cada Eucaristía, que las palabras que nos diriges y el alimento que nos provees, nos transformen y nos den luz y fuerza para tomar con responsabilidad nuestra misión en la vida y para aliviar la carga de nuestros hermanos y hermanas, hasta que nos transformes a imagen y semejanza suya en la luz eterna de tu gloria. Ten misericordia de nosotros, Señor, y perdónanos todos nuestros pecados. Muéstranos la luz de tu rostro y llévanos a la vida eterna. Amén.

Hablar con Dios

La Corona de Cuaresma.

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