Reflexión Evangelio 9 de marzo | Tercera Semana de Cuaresma – Martes
ENTRAR EN EL MISTERIO DEL PERDÓN
Reflexión Evangelio 9 de marzo
Reflexión Evangelio 9 de marzo
Martes 9 de marzo de 2021
Tercera Semana de Cuaresma
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Joel 2, 12-13)
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso. R/.
EVANGELIO
Mateo 18, 21-35
Si no perdonan de corazón a su hermano, tampoco el Padre celestial los perdonará a ustedes.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete».
Entonces Jesús les dijo; «El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda.
El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’.
Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Todas las lecturas de hoy nos hablan del perdón. Y el perdón es un misterio difícil de entender. Con la Palabra de hoy, la Iglesia nos hace entrar en ese misterio del perdón, que es la gran obra de misericordia de Dios.
Y el primer paso es la vergüenza de nuestros pecados, una gracia que no podemos obtener solos. Es capaz de sentirla el pueblo de Dios triste y humillado por sus culpas, como narra en la primera Lectura el profeta Daniel (3,25.34-43); mientras que el protagonista del Evangelio de hoy (Mt 18,21-35) no logra hacerlo.
Si yo os pregunto: ¿Todos vosotros sois pecadores? –Sí, padre, todos. ¿Y qué hacéis para obtener el perdón de los pecados? –Nos confesamos. ¿Y cómo vas a confesarte? –Pues voy, digo mis pecados, el cura me perdona, me pone tres Avemarías de penitencia y me voy en paz.
¡Pues no lo has entendido! Tú solo has ido al confesionario como el que va a realizar una operación bancaria, a hacer una gestión administrativa. No has ido allí avergonzado por lo que has hecho. Has visto unas manchas en tu conciencia, pero te has equivocado porque has creído que el confesionario es una tintorería para quitar las manchas. Has sido incapaz de avergonzarte de tus pecados.
Conciencia del perdón
Vergüenza pues, pero también conciencia del perdón. El perdón recibido de Dios, la maravilla que ha hecho en tu corazón, debe poder entrar en la conciencia; de lo contrario, sales, te encuentras a un amigo o una amiga, y empiezas a criticar a otro, y sigues pecando. Solo puedo perdonar si me siento perdonado. Si no tienes conciencia de ser perdonado, nunca podrás perdonar, nunca.
Siempre tenemos la tentación de querer pedir cuentas a los demás. Pero el perdón es total. Y solo se puede hacer cuando siento mi pecado, me arrepiento, me da vergüenza y pido perdón a Dios y me siento perdonado por el Padre, y así puedo perdonar. Si no, no se puede perdonar, somos incapaces. Por eso, el perdón es un misterio.
Pidamos la gracia de la vergüenza ante Dios. ¡Es una gran gracia! Avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de darlo a los demás, porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿Quién soy yo para no perdonar? (S.S. Papa Francisco. Misa en Santa Marta. Martes 21 de marzo del 2017.)
Para la reflexión personal
«No hay pecado ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de cometer por razón de mi fragilidad, y si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido y me ha preservado en el bien» (San Agustín de Hipona. Confesiones, 2, 7)
Oración
Señor, enséñanos a perdonar, a recordar tu amor, de la misma manera y con la misma amplitud con que tú nos perdonas: totalmente, sin condiciones. Nos diste el don más precioso, tu amado Hijo, aun sabiendo que somos siervos despiadados: capaces, de recibir todo y acoger el perdón de nuestras inmensas deudas, pero sin estar dispuestos a hacer lo mismo con nuestros deudores. Danos tu grandeza de corazón y abre los ojos de nuestro corazón, para que sepamos reconocer, en lo ordinario de cada día, las mil ocasiones que se presentan dar a los hermanos una medida de amor «apretada, rellena, rebosante»: la misma que tú viertes en nuestro interior cada vez que tocamos fondo en nuestra pobreza. Amén.