IV Domingo de Adviento | Semana Antes de Navidad – Ciclo C
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IV Domingo de Adviento
IV Domingo de Adviento
Reflexión 19 de diciembre de 2021
Semana Antes de Navidad – Ciclo C
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Lc 1, 38)
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho. R/.
EVANGELIO
Lucas 1, 39-45
¿Quién soy para que la madre de mi Señor venga a verme?
✠ Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Dios se hizo Hijo del hombre para que nosotros nos convirtiéramos en hijos de Dios. Durante el Adviento, del corazón de la Iglesia se ha elevado con frecuencia una imploración: «Ven, Señor, a visitarnos con tu paz; tu presencia nos llenará de alegría». La misión evangelizadora de la Iglesia es la respuesta al grito «¡Ven, Señor Jesús!», que atraviesa toda la historia de la salvación y que sigue brotando de los labios de los creyentes. «¡Ven, Señor, a transformar nuestros corazones, para que en el mundo se difundan la justicia y la paz!».
Esto es lo que pretende poner de relieve la Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, que acaba de publicar la Congregación para la doctrina de la fe. Este documento quiere recordar a todos los cristianos —en una situación en la que con frecuencia ya no queda claro ni siquiera a muchos fieles la razón misma de la evangelización— que «acoger la buena nueva en la fe impulsa de por sí» (n. 7) a comunicar la salvación recibida como un don.
En efecto, «la Verdad que salva la vida —que se hizo carne en Jesús—, enciende el corazón de quien la recibe con un amor al prójimo que mueve la libertad a comunicar lo que se ha recibido gratuitamente» (ib.). Ser alcanzados por la presencia de Dios, que viene a nosotros en Navidad, es un don inestimable, un don capaz de hacernos «vivir en el abrazo universal de los amigos de Dios» (ib.), en la «red de amistad con Cristo, que une el cielo y la tierra» (ib., 9), que orienta la libertad humana hacia su realización plena y que, si se vive en su verdad, florece «con un amor gratuito y enteramente solícito por el bien de todos los hombres» (ib., 7).
Dar gratuitamente lo recibido gratuitamente
No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver a dar gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios. No hay nada que nos pueda eximir o dispensar de este exigente y fascinante compromiso. La alegría de la Navidad, que ya experimentamos anticipadamente, al llenarnos de esperanza, nos impulsa al mismo tiempo a anunciar a todos la presencia de Dios en medio de nosotros.
La Virgen María, que no comunicó al mundo una idea, sino a Jesús mismo, el Verbo encarnado, es modelo incomparable de evangelización. Invoquémosla con confianza, para que la Iglesia anuncie también en nuestro tiempo a Cristo Salvador. Que cada cristiano y cada comunidad experimenten la alegría de compartir con los demás la buena nueva de que Dios «tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo unigénito para que el mundo se salve por medio de él» (Jn 3, 16-17). Este es el auténtico sentido de la Navidad, que debemos siempre redescubrir y vivir intensamente. (Papa Emérito Benedicto XVI. Ángelus. IV Domingo de Adviento, 23 de diciembre de 2007)
Reflexión IV Domingo de Adviento
Para la reflexión personal
«En la medida en que el mundo se canse de su esperanza cristiana, la alternativa que le queda es el materialismo, del tipo que ya conocemos; esto y nada más. Su experiencia del cristianismo ha sido como la experiencia de un gran amor, el amor de toda una vida… Ninguna voz nueva (…) tendrá ningún atractivo para nosotros si no nos devuelve a la gruta de Belén, para que allí podamos humillar nuestro orgullo, ensanchar nuestra caridad y aumentar nuestro sentimiento de reverencia con la visión de una pureza deslumbradora»
Tomado de Hablar con Dios, meditación diaria.
Oración
Señor, así como María supo acoger el anuncio del ángel, permite que yo sepa escuchar y aceptar lo que hoy quieres decirme en mi oración, porque mi anhelo es que la verdad de tu Evangelio impregne mi modo de ver, pensar y de actuar. gracias por quedarte en la Eucaristía y por darme a María como madre y modelo de mi vida. Contemplar su gozo, su actitud de acogida y aceptación, su humildad, me motivan a exclamar con gozo: heme aquí Señor, débil e infiel, pero lleno de alegría por saber que con tu gracia, las cosas pueden y van a cambiar. Amén.
Por si no lo viste
Evangelio III Domingo de Adviento
EL SEÑOR ESTÁ CERCA
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