Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote | Jueves después de Pentecostés – Fiesta
EN LA EUCARISTÍA NOS UNIMOS A CRISTO
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Reflexión al Evangelio 27 de mayo de 2021
Jueves después de Pentecostés – Fiesta
Octava Semana del Tiempo Ordinario.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Is 42, 1)
R/. Aleluya, aleluya.
Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. R/.
EVANGELIO
Lucas 22, 14-20
Hagan esto en memoria mía.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: «Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios».
Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios».
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes».
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Queridos hermanos y hermanas, participando en la Eucaristía, vivimos de modo extraordinario la oración que Jesús hizo y hace continuamente por cada uno a fin de que el mal, que todos encontramos en la vida, no llegue a vencer, y obre en nosotros la fuerza transformadora de la muerte y resurrección de Cristo.
En la Eucaristía la Iglesia responde al mandamiento de Jesús: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22, 19; cf. 1 Co 11, 24-26); repite la oración de acción de gracias y de bendición y, con ella, las palabras de la transustanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. En nuestras Eucaristías somos atraídos a aquel momento de oración, nos unimos siempre de nuevo a la oración de Jesús.
Desde el principio, la Iglesia comprendió las palabras de la consagración como parte de la oración rezada junto con Jesús; como parte central de la alabanza impregnada de gratitud, a través de la cual Dios nos dona nuevamente el fruto de la tierra y del trabajo del hombre como cuerpo y sangre de Jesús, como auto-donación de Dios mismo en el amor del Hijo que nos acoge (cf. Jesús de Nazaret, II, p. 154).
Participando en la Eucaristía
Participando en la Eucaristía, nutriéndonos de la carne y de la Sangre del Hijo de Dios, unimos nuestra oración a la del Cordero pascual en su noche suprema, para que nuestra vida no se pierda, no obstante nuestra debilidad y nuestras infidelidades, sino que sea transformada.
Queridos amigos, pidamos al Señor que nuestra participación en su Eucaristía, indispensable para la vida cristiana, después de prepararnos debidamente, también con el sacramento de la Penitencia, sea siempre el punto más alto de toda nuestra oración.
Pidamos que, unidos profundamente en su mismo ofrecimiento al Padre, también nosotros transformemos nuestras cruces en sacrificio, libre y responsable, de amor a Dios y a los hermanos. Gracias. (Papa Emérito Benedicto XVI. Audiencia general, Sala Pablo VI, Miércoles 11 de enero de 2012)
Reflexión Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Para la reflexión personal
Hoy es un día para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de tratarlos con más amor, con más reverencia, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida eterna. Hablar con Dios
Oración
Señor, tú has querido perpetuar tu entrega de amor y permanecer siempre con nosotros mediante el Sacramento Eucarístico, anticipación y memorial de tu muerte y resurrección y prenda de vida eterna. Mientras esperamos que se cumpla la Pascua en el Reino de Dios y se realice la salvación definitiva para nosotros, concédenos reconocerte hoy presente, vivo y verdadero en el pan y en el vino eucarísticos, a fin de que la comunión en este misterio haga crecer en nosotros el deseo de encontrarte cuando llegue ese día. Amén.