Lunes Séptima Semana de Pascua | Reflexión al Evangelio – Ciclo A, B y C

LA PRUEBA Y LAS TRIBULACIONES
Lunes Séptima Semana de Pascua

Lunes Séptima Semana de Pascua
Reflexión al Evangelio 17 de mayo de 2021
Ciclo A, B y C

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Crf. Col 3, 1)
R/. Aleluya, aleluya.

Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. R/.

EVANGELIO

Juan 16, 29-33
Tengan valor, porque yo he vencido al mundo.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: «Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios».

Les contestó Jesús: «¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo». 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Piensan los discípulos que las palabras del Señor sobre su misión son ahora comprensibles, pero olvidan que les había dicho que la nueva era comenzaría después de la resurrección y que la comprensión de sus palabras tendría como maestro interior al Espíritu Santo. Creen tener ahora en sus manos el secreto de la persona de Jesús y poseer una fe adulta en Dios.

Jesús tendrá que hacerles constatar, por el contrario, que su fe tiene que ser reforzada aún, porque es demasiado incompleta para hacer frente a las pruebas que les esperan (vv. 31s). Son palabras que esconden una gran amargura: el Nazareno predice el abandono por parte de sus amigos. Éstos se escandalizarán por la suerte humillante que sufrirá su Maestro.

La solidez de la relación con Dios emerge en la hora de la prueba, cuando nos encontramos solos ante Dios y, de improviso, se diluyen los apoyos humanos y las grandes ilusiones. Entonces es cuando se manifiesta dónde está apoyado de verdad tu corazón: en tus propias seguridades o en la Palabra del Señor, en el abandono total en él.

La prueba y las tribulaciones

La fe se purifica en las pruebas y en la soledad, y nos introduce en el camino de Jesús, que afirma: «Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo», y nos hace considerar seriamente las palabras de Jesús: «Tened ánimo, yo he vencido al mundo».

La prueba y las tribulaciones pertenecen también a un proceso de maduración, porque nos hacen entrar en nosotros mismos, desear el silencio; nos sumergen en la soledad, allí donde siempre podemos descubrir nuestra vocación de estar «solos con el Solo», de anclarnos en aquel que nunca nos abandonará, con aquel a quien, juntos, aclamamos en los Salmos a menudo como nuestra roca, nuestro refugio, nuestra defensa, nuestro baluarte, nuestro consuelo.

En esos momentos estas palabras asumen una verdad, una evidencia y una fuerza particular, y nos sentimos crecer en la comprensión del misterio de la vida y de nuestra íntima relación con Dios. (Lectio Divina. Zevini-Cabra).

Reflexión Evangelio Lunes Séptima Semana de Pascua

Fray Nelson Medina, O.P.
Lunes Séptima Semana de Pascua
Vencer al mundo tiene que ver con quedarse solo.
Una vez que una persona tiene tanto amor a Dios, a la verdad, al Reino, a la justicia es capaz de quedarse solo y decir como Cristo “Yo he vencido al mundo”.
Para la reflexión personal

Si procuramos seguir al Señor cada día de nuestra vida, no nos faltará la luz del Espíritu Santo en todas las circunstancias. Si tenemos rectitud de intención, no permitirá Él que caigamos en el error. Hablar con Dios.

Oración

Ilumina, Señor, mis noches con la luz discreta de tu presencia. No me abandones en mis soledades, cuando todo parece hundirse a mi alrededor y cuando las presencias más familiares se me vuelven extrañas y son incapaces de consolarme. En las pruebas y sufrimientos, concédeme sentir tu presencia y poder entregarme confiadamente en tus manos, como lo hiciste con el Padre. Que tu Espíritu nos ayude a ser valientes cuando la enfermedad y el sufrimiento se nos crucen en nuestro camino, para que, igual a ti, venzamos al mal en nosotros y en el mundo. Que nuestros sufrimientos  engendren amor, paz y esperanza  para otros. Amén.


La Ascensión del Señor, Reflexión Evangelio 16 de mayo

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