Miércoles Cuarta Semana de Pascua | Reflexión al Evangelio – Ciclo A, B y C

SER HIJOS DE LA LUZ
Miércoles Cuarta Semana de Pascua

Miércoles Cuarta Semana de Pascua
Reflexión al Evangelio 28 de abril de 2021
Ciclo A, B y C


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Jn 8, 12)
R/. Aleluya, aleluya.

Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R/.

EVANGELIO

Juan 12, 44-50
Yo he venido al mundo como luz.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho». 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Se trata, una vez más, de la gran disyuntiva: «el que me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene quien le juzgue», porque «lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre». Jesús ha venido a salvar: el que no le acepta, él mismo se excluye de la vida. Esta vez la revelación de su identidad-para la que en otras ocasiones se sirve de las imágenes del pan o del agua o del pastor o de la puerta- la hace con otra muy expresiva: «yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas».

Es la misma imagen que aparecía en el prólogo del evangelio: «la Palabra era la luz verdadera» (Jn 1,9) y en otras ocasiones solemnes: «yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12; 9, 5). Pero siempre sucede lo mismo: algunos no quieren ver esa luz, porque «los hombres amaron más las tinieblas que la luz» (Jn 3,19).

Cristo como luz sigue dividiendo a la humanidad. También ahora hay quien prefiere la oscuridad o la penumbra: y es que la luz siempre compromete, porque pone en evidencia lo que hay, tanto si es bueno como defectuoso.

Nosotros, seguidores de Jesús, ¿aceptamos plenamente en nuestra vida su luz, que nos viene por ejemplo a través de su Palabra que escuchamos tantas veces? ¿somos «hijos de la luz», o también en nuestra vida hay zonas que permanecen en la penumbra, por miedo a que la luz de Cristo nos obligue a reformarlas?

Ser hijos de la luz

Significa caminar en la verdad, sin trampas, sin subterfugios. Significa caminar en el amor, sin odios o rencores («quien ama a su hermano permanece en la luz» (1 Jn 2,10). La «tiniebla» es tanto dejarnos manipular por el error, como encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar.

Durante la Cincuentena Pascual, después de haber entonado solemnemente en la Vigilia la aclamación «Luz de Cristo», encendemos en nuestras celebraciones el Cirio Pascual, cerca del libro de la Palabra. Quiere ser un símbolo de que a Cristo Resucitado lo seguimos porque es la auténtica luz del mundo, y que queremos vivir según esa luz, sin tinieblas en nuestra vida. Y además, siendo luz para los demás, porque ya nos dijo Jesús: «vosotros sois la luz del mundo… brille así vuestra luz delante de los hombres» (Mt 5,14-16). (José Aldazabal. Enséñame tus Caminos. El Tiempo Pascual Día tras Día. , Vol. 3, CPL, Barcelona, 1999)

Reflexión Evangelio Miércoles Cuarta Semana de Pascua

Fray Nelson Medina, O.P.
Miércoles Cuarta Semana de Pascua
El daño que traen las tinieblas, el bien que trae la luz.
Las tinieblas traen confusión al tomar malas decisiones y vulnerabilidad por no reconocer los peligros a tiempo; la luz de Cristo nos da prudencia alertándonos de los peligros.
Para la reflexión personal

Las divinas Lecturas, si bien, por un lado, levantan nuestro ánimo para que no nos aplaste la desesperación, por otro nos infunden miedo para que no nos agite el viento de la soberbia. Seguir el camino de en medio, verdadero, recto, que -como decimos también-corre entre la izquierda de la desesperación y la diestra de la presunción, nos resultaría muy difícil si Cristo no nos hubiera dicho: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Como si hubiera dicho: ¿Por dónde quieres ir? Yo soy el camino. ¿Adónde quieres ir? Yo soy la verdad. ¿Dónde quieres permanecer? Yo soy la vida. Caminemos, pues, con seguridad por este camino, pero temamos también las insidias que nos amenazan (Agustín, Sermón 142, 1, passim).

Oración

Quiero Señor, que estés con nosotros, como luz con la que vemos todo lo que es bueno y digno de vivirse. Te suplico que ninguna de mis culpas me haga perder la confianza en que tú quieres mi salvación y no mi condena. Concédeme, Señor, que me deje empapar por estas palabras tuyas de salvador y de juez. Y danos la gracia de participar un día en su vida eterna. Dichosos nosotros, que, gracias a Dios, no vivimos en la oscuridad, sino en plena luz. Que esta luz resplandezca siempre clara y radiante sobre nosotros. Amén.


Lectura espiritual: Hablar con Dios
Recuerda seguir nuestro curso de Apologética I: El Culto: Tema #8

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *