Reflexión al Evangelio 15 de agosto | La Asunción de la Santísima Virgen María – Solemnidad
MORIR A SÍ MISMO
Solemnidad de la Asunción de María
Reflexión al Evangelio
Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María
Sábado 15 de agosto de 2020
Décima novena semana / Tiempo Ordinario
Ciclo A
Introducción
La asunción al cielo, en alma y cuerpo, es un privilegio divino concedido a la Santa Madre de Dios por su particular unión con Jesús. Es una unión corporal y espiritual, iniciada en la Anunciación y madurada a lo largo de la vida de María a través de su singular participación en el misterio del Hijo. Fue una mujer común de su tiempo, cada acción diaria suya, era realizada siempre en total unión con Jesús, viviendo en el momento del Calvario su culmen en el amor, en la compasión y en el sufrimiento del corazón. La Iglesia invita a contemplar este misterio, nos muestra que Dios quiere salvar al hombre entero, su alma y su cuerpo. Jesús resucitó con el cuerpo que había recibido de María; y ascendió al Padre con su humanidad transfigurada.
La maravillosa realidad de la Asunción de María manifiesta y confirma la unidad de la persona humana y nos recuerda que estamos llamados a servir y glorificar a Dios con todo nuestro ser, alma y cuerpo. Esto – la «resurrección de la carne» – es un elemento propio de la revelación cristiana, una piedra angular de nuestra fe. Servir a Dios sólo con el cuerpo sería una acción esclava; mientras que servirlo sólo con el alma estaría en contraste con nuestra naturaleza humana, por tanto como cristianos estamos llamados a glorificar a Dios a través de la unión de ambos: cuerpo y alma, trabajando unidos en búsqueda de la eternidad. (Papa Francisco, Ángelus, miércoles 15 de agosto)
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya.
María fue llevada al cielo y todos los ángeles se alegran. R/.
EVANGELIO
Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Exaltó a los humildes.
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.
Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».
Entonces dijo María: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre». María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión al Evangelio en la Solemnidad de La Asunción de la Santísima Virgen María
Para la reflexión personal
- Mi oración ¿es ante todo expresión de un sentimiento o celebración y reconocimiento de la acción de Dios?
- María es presentada como la creyente en la Palabra del Señor. ¿Cuánto tiempo dedicamos a escuchar la Palabra de Dios?
- ¿Tu oración se alimenta de la Biblia, como ha hecho María? ¿O mejor me dedico al devocionismo que produce oraciones incoloras e insípidas?
Oración
Padre nuestro, que con María, y fortalecidos por su Hijo, seamos suficientemente pobres y humildes para escuchar tu palabra y para vivir según ella, para estar al lado de nuestro prójimo en necesidad, y para ser para el mundo como el cuerpo visible de tu Hijo, hasta que nos llames a participar en tu gloria. Amén.