Reflexión al Evangelio | 17 de septiembre | 24º Semana – Tiempo Ordinario – Año Par
DEJARTE AMAR Y PURIFICAR POR DIOS
Reflexión Evangelio 17 de septiembre
Reflexión al Evangelio Jueves 17 de septiembre de 2020
Vigésima cuarta semana / Tiempo Ordinario
Año Par
Introducción
La Iglesia ofrece a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad, que es el camino del cristiano: nos hace encontrar a Jesucristo en los sacramentos, especialmente en la Confesión y en la Eucaristía; nos comunica la Palabra de Dios, nos hace vivir en la caridad, en el amor de Dios hacia todos. Preguntémonos entonces: ¿nos dejamos santificar? ¿Somos una Iglesia que llama y acoge con los brazos abiertos a los pecadores, que da valentía, esperanza, o somos una Iglesia cerrada en sí misma? ¿Somos una Iglesia en la que se vive el amor de Dios, en la que se presta atención al otro, en la que se reza los unos por los otros?
Una última pregunta: ¿qué puedo hacer yo que me siento débil, frágil, pecador? Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo.
Dejémonos contagiar por la santidad de Dios. Cada cristiano está llamado a la santidad (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 39-42); y la santidad no consiste ante todo en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar actuar a Dios. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia, es tener confianza en su acción lo que nos permite vivir en la caridad, hacer todo con alegría y humildad, para la gloria de Dios y en el servicio al prójimo. Hay una frase célebre del escritor francés Léon Bloy; en los últimos momentos de su vida decía: «Existe una sola tristeza en la vida, la de no ser santos». (Papa Francisco. Audiencia general. Miércoles 2 de octubre de 2013.=
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 11, 28
Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor. R/.
EVANGELIO
San Lucas 7, 36-50
Sus pecados le han quedado perdonados, porque ha amado mucho.
Del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora». Entonces Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». El fariseo contestó: «Dímelo, Maestro». Él le dijo: «Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?». Simón le respondió: «Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Entonces Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho.
En cambio, al que poco se le perdona, poco ama». Luego le dijo a la mujer: «Tus pecados te han quedado perdonados». Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: «¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?». Jesús le dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado; vete en paz».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión al Evangelio 17 de septiembre
Para la reflexión personal
- La escena nos hace repensar nuestra conducta con los que consideramos «pecadores». ¿Cómo los tratamos: dándoles ánimos o hundiéndoles más?
- ¿Imitamos la actitud de respeto y tolerancia de Jesús, con nuestra acogida humana? ¿Dónde quedamos retratados, en los fariseos o en Jesús?
Oración
Perdona, Padre, nuestros pecados. Que tu Santo Espíritu continúe en nosotros el trabajo de nuestra conversión y haznos pacientes y comprensivos tanto con los que nos quieren como con los que nos fallan o rechazan. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Amén.