Reflexión Evangelio 14 de Enero | Semana I del Tiempo Ordinario, jueves – Año Impar
EL AMOR DE DIOS ES MÁS FUERTE QUE EL MAL
Reflexión Evangelio 14 de Enero
Reflexión Evangelio 14 de Enero de 2021
Semana I del Tiempo Ordinario, jueves – Año Impar
Reflexión
En ese gesto y en esas palabras de Cristo está toda la historia de la salvación, está encarnada la voluntad de Dios de curarnos, de purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones. En aquel contacto entre la mano de Jesús y el leproso queda derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, entre lo sagrado y su opuesto, no para negar el mal y su fuerza negativa, sino para demostrar que el amor de Dios es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. Jesús tomó sobre sí nuestras enfermedades, se convirtió en «leproso» para que nosotros fuéramos purificados.
Un espléndido comentario existencial a este evangelio es la célebre experiencia de san Francisco de Asís, que resume al principio de su Testamento: «El Señor me dio de esta manera a mí, el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura del alma y del cuerpo; y después de esto permanecí un poco de tiempo, y salí del mundo» (Fuentes franciscanas, 110).
En aquellos leprosos, que Francisco encontró cuando todavía estaba «en pecados» —como él dice—, Jesús estaba presente, y cuando Francisco se acercó a uno de ellos, y, venciendo la repugnancia que sentía, lo abrazó, Jesús lo curó de su lepra, es decir, de su orgullo, y lo convirtió al amor de Dios. ¡Esta es la victoria de Cristo, que es nuestra curación profunda y nuestra resurrección a una vida nueva!
Queridos amigos, dirijámonos en oración a la Virgen María, a quien ayer celebramos recordando sus apariciones en Lourdes. A santa Bernardita la Virgen le dio un mensaje siempre actual: la llamada a la oración y a la penitencia. A través de su Madre es siempre Jesús quien sale a nuestro encuentro para liberarnos de toda enfermedad del cuerpo y del alma. ¡Dejémonos tocar y purificar por él, y seamos misericordiosos con nuestros hermanos! (Papa Emérito Benedicto XVI. Ángelus 12 de Febrero de 2012)
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Mt 4, 23
R/. Aleluya, aleluya.
Jesús predicaba el Evangelio del Reino y curaba a la gente de toda enfermedad. R/.
EVANGELIO
Marcos 1, 40-45
Se le quitó la lepra y quedó limpio.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: «Si tú quieres, puedes curarme». Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: «¡Sí quiero: sana!». Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedido, Jesús le mandó con severidad: «No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés».
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Para la reflexión personal
Cuando nos acercamos a un Sagrario, allí le encontramos, allí está Jesús. El cuerpo del leproso quedó limpio al sentir la mano de Cristo. Y nosotros podemos quedar divinizados al contacto con Jesús en la Comunión. ¿Con qué fe le visitamos?, ¿con qué amor le recibimos?, ¿Cómo disponemos nuestra alma y nuestro cuerpo cuando nos acercamos a la Comunión?
Oración
Señor Jesús, venimos a ti como leprosos entre muchos leprosos, tanto en el espíritu como en la carne, te suplicamos que suplas tú mismo con tu firme voluntad de salvación nuestra indecisión crónica. Si tú quieres, puedes limpiarnos. Sí, a pesar de nosotros mismos, tócanos con tu mano y pronuncia tu palabra: «¡Quiero, queda limpio!». Y suscita en nuestro corazón y en todo nuestro ser la gratitud y la alegría, el canto de la vida nueva, el canto de la salvación total pero sobre todo, recuperar la voluntad de curar, la voluntad de redescubrir la bondad de la vida, aunque esté marcada por dolores y fatigas. Amén.