Reflexión Evangelio 17 de enero | II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

¿DÓNDE VIVE EL MAESTRO?
Reflexión Evangelio 17 de enero

Reflexión Evangelio 17 de enero
Domingo 17 de enero de 2021
II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Jn 1, 41.17
R/. Aleluya, aleluya.

Hemos encontrado a Cristo, el Mesías. La gracia y la verdad nos han llegado por él. R/.

EVANGELIO

Juan 1, 35-42
Vieron dónde vivía y se quedaron con él.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Éste es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?». Ellos le contestaron: «¿Dónde vives, Rabí?». (Rabí significa «maestro»). Él les dijo: «Vengan a ver». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día.

Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés fue a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que quiere decir «el Ungido»). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás» (que significa Pedro, es decir, «roca»). 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

La pregunta es el fruto de una búsqueda. El hombre busca a Dios. El hombre joven comprende en el fondo de sí mismo que esta búsqueda es la ley interior de su existencia. El ser humano busca su camino en el mundo visible; y, a través del mundo visible, busca el invisible a lo largo de su itinerario espiritual. Cada uno de nosotros puede repetir las palabras del salmista «Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro» (Sal. 27/26, 8-9).

Cada uno de nosotros tiene su historia personal y lleva en sí mismo el deseo de ver a Dios, un deseo que se experimenta al mismo tiempo que se descubre el mundo creado. (…) El hombre se da cuenta de que este mundo, en la diversidad de sus riquezas, es superficial y precario; en un cierto sentido, esta abocado a la muerte. Hoy tomamos conciencia cada vez más de la fragilidad de nuestra tierra, demasiado a menudo degradada por la misma mano del hombre a quien el Creador la ha confiado.

(…) La Iglesia nos responde cada día: Cristo está presente en la Eucaristía, el sacramento de su muerte y de su resurrección. En ella y por ella reconocéis la presencia del Dios vivo en la historia del hombre. La Eucaristía es el sacramento del amor vencedor de la muerte, es el sacramento de la Alianza, puro don de amor para la reconciliación de los hombres; es el don de la presencia real de Jesús, el Redentor, en el pan que es su Cuerpo entregado, y en el vino que es su Sangre derramada por la multitud.

Por la Eucaristía, renovada sin cesar en todos los pueblos del mundo, Cristo constituye su Iglesia: nos une en la alabanza y en la acción de gracias para la salvación, en la comunión que sólo el amor infinito puede sellar. Nuestra reunión mundial adquiere todo su sentido actual por la celebración de la Misa. Jóvenes, amigos míos, ¡que vuestra presencia sea una real adhesión en la fe! He ahí que Cristo responde a vuestra pregunta y, al mismo tiempo, a las preguntas de todos los hombres que buscan al Dios vivo.

Él responde con su invitación: esto es mi cuerpo, comed todos. Él confía al Padre su deseo supremo de la unidad en la misma comunión de los que ama en la misma comunión. (San Juan Pablo II. Extracto de Homilía del 24 de agosto de 1997).


Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Evangelio 17 de enero
Te quiero a ti Jesús
No anhelemos quedarnos solamente con los regalos de Cristo, anhelemos quedarnos con Cristo.
Para la reflexión personal

Jesús sigue preguntándonos: ¿Qué buscáis? Y sigue ofreciéndose como respuesta: venid y veréis. Porque somos llamados a seguirle. Esa es nuestra vocación de cristianos. ¿Es para nosotros una satisfacción responder positivamente a su invitación?

Oración

Señor, tú me has comprado, verdaderamente, a un precio elevado; me has convertido en uno de los miembros de tu cuerpo y en templo del Espíritu Santo. Te bendigo por la grandeza de la llamada con la que me has obsequiado y porque tu Palabra orienta de continuo mi búsqueda hacia un verdadero encuentro contigo. Deseo llegar a ser cada vez más parecido al discípulo amado y encontrar en mi corazón la disponibilidad y el entusiasmo con los que Samuel respondió a tu llamada. Como él, también yo deseo poder responder: «Habla, que tu siervo escucha». Por eso, hoy, quiero abrir mi corazón a una renovada escucha de tu Palabra, oh Señor, para seguirte de manera concreta en las opciones que se me presenten en la vida. Amén.

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