Reflexión Evangelio 22 de diciembre | Martes Ferias Mayores de Adviento | Ciclo A, B y C
MAGNIFICAT, CÁNTICO DE LA VIRGEN MARÍA
Reflexión Evangelio 22 de diciembre
Reflexión Evangelio martes 22 de diciembre de 2020
Martes Ferias Mayores de Adviento / Ciclo A, B y C
Introducción
El Magníficat, es un canto que revela con acierto la espiritualidad de los anawim bíblicos, es decir, de los fieles que se reconocían «pobres» no sólo por su alejamiento de cualquier tipo de idolatría de la riqueza y del poder, sino también por la profunda humildad de su corazón, rechazando la tentación del orgullo, abierto a la irrupción de la gracia divina salvadora.
(…) Acojamos ahora la invitación que nos dirige san Ambrosio en su comentario al texto del Magníficat. Dice este gran doctor de la Iglesia: «Cada uno debe tener el alma de María para proclamar la grandeza del Señor, cada uno debe tener el espíritu de María para alegrarse en Dios. Aunque, según la carne, sólo hay una madre de Cristo, según la fe todas las almas engendran a Cristo, pues cada una acoge en sí al Verbo de Dios…
El alma de María proclama la grandeza del Señor, y su espíritu se alegra en Dios, porque, consagrada con el alma y el espíritu al Padre y al Hijo, adora con devoto afecto a un solo Dios, del que todo proviene, y a un solo Señor, en virtud del cual existen todas las cosas» (Esposizione del Vangelo secondo Luca, 2, 26-27: SAEMO, XI, Milán-Roma 1978, p. 169).
En este estupendo comentario de san Ambrosio sobre el Magníficat siempre me impresionan de modo especial las sorprendentes palabras: «Aunque, según la carne, sólo hay una madre de Cristo, según la fe todas las almas engendran a Cristo, pues cada una acoge en sí al Verbo de Dios». Así el santo doctor, interpretando las palabras de la Virgen misma, nos invita a hacer que el Señor encuentre una morada en nuestra alma y en nuestra vida.
No sólo debemos llevarlo en nuestro corazón; también debemos llevarlo al mundo, de forma que también nosotros podamos engendrar a Cristo para nuestros tiempos. Pidamos al Señor que nos ayude a alabarlo con el espíritu y el alma de María, y a llevar de nuevo a Cristo a nuestro mundo. (Papa Emérito Benedicto XVI. Audiencia general, Miércoles 15 de febrero de 2006).
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya.
Rey de las naciones y piedra angular de la Iglesia, ven a salvar al hombre, que modelaste del barro. R/.
EVANGELIO
San Lucas 1, 46-56
Ha hecho en mí cosas el que todo lo puede.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, dijo María:
«Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, por que ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Para la reflexión personal
La virtud de la Humildad:
«Es rechazo de las apariencias y de la superficialidad; la expresión de la profundidad del espíritu humano; es condición de su grandeza»
(Juan Pablo II, Ángelus 4-III-1979.)
Oración
Señor misericordioso y fiel, tú has puesto en labios de las dos madres, Ana y María, la oración de alabanza y agradecimiento, concédenos también a nosotros, recorrer el mismo camino, descubrir en la oración la actitud de alabanza agradecida, por los múltiples beneficios que nos concedes sin mérito alguno de nuestra parte. Te pedimos poder escribir nuestro propio Magníficat, siguiendo el modelo de María, para poder descubrir en la oración que las riquezas y los dones que pones en nuestras manos superan nuestra pobreza y son un signo de que siempre cuidas de nosotros con amor de Padre. Amén.
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