Reflexión Evangelio 5 de diciembre | Sábado I Semana de Adviento | Ciclo A, B y C

SEAMOS ADVIENTO Y PROFETAS
Reflexión Evangelio 5 de diciembre

Reflexión Evangelio sábado 5 de diciembre de 2020
Sábado I Semana de Adviento / Ciclo A, B y C

Introducción

Si estamos desanimados, o más o menos hundidos en una situación de pecado o de tibieza, la llamada del Adviento, o sea, el anuncio de la venida de Jesús a nuestra historia, va dirigida preferentemente a nosotros. Son nuestras lágrimas las que quiere enjugar, y nuestras heridas las que quiere vendar con solicitud. Eso es Adviento y eso es Navidad. Que se repite año tras año. Si Isaías podía decir que Dios está cerca, ahora, con Cristo, esta cercanía es mucho mayor.

Dios quiere vendar nuestras heridas. Pero a la vez nos encarga que nosotros también vendemos heridas a nuestro alrededor. Ahora Cristo no va por las calles curando y liberando a los posesos. Pero sí vamos los cristianos, con el encargo de que seamos adviento y profeta Isaías en nuestra familia, en nuestra comunidad, en la parroquia, en la sociedad.

Y eso lo cumpliremos si a nuestro alrededor crece un poco más la esperanza, y las personas que conviven con nosotros se sienten amadas y ven cómo se les curan las heridas y se va remediando su desencanto. Si inspiramos serenidad con nuestra actitud, y sabemos quitar hierro a las tensiones, y aliviar el dolor de tantas personas, cerca de nosotros, que sufren de mil maneras.

Eso es lo que hacia Cristo Jesús hace dos mil años. Y será Adviento y Navidad si vuelve a suceder lo mismo, ahora por medio de los cristianos que estamos en el mundo.

La Virgen María también nos da ejemplo, en las páginas del evangelio, de saber mostrarse cercana a los que la necesitan. Está contenta con el anuncio del ángel, pero corre a ayudar a su prima en los trabajos de su casa. En Caná está al quite del apuro de los novios e intercede ante su Hijo para que les proporcione vino. La Virgen creyente, y a la vez, la Virgen servicial. (José Aldazabal. Enséñame tus Caminos 1)


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Is 33, 22
R/. Aleluya, aleluya.

El Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; él vendrá a salvarnos. R/.

EVANGELIO

San Mateo 9, 35-10,1. 6-8
Al ver a la multitud se compadeció de ella.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: «Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente». 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Fray Nelson Medina, O.P.
La misericordia destruye las mentiras del demonio
La experiencia de la misericordia divina destruye las mentiras y trampas del demonio,
dando paso al arrepentimiento, la conversión y la renovación de nuestra alma.
Para la reflexión personal
  • ¿Haremos el papel de Isaías en medio de nuestra sociedad? ¿anunciaremos a alguien, cerca de nosotros, la Buena Noticia de la salvación?
  • ¿seremos «adviento» para alguien, porque comunicamos alegría, porque cuidamos de los enfermos o de los abandonados, porque nos acercamos al que sufre o está solo?
Oración

Señor, hoy tu Palabra nos indica claramente cuál debe ser el objeto de nuestra oración. Nos pides sintonizar con tu compasión por nuestra humanidad que, frecuentemente, busca en vano un camino por recorrer. Tú nos invitas a mirar con tus ojos la mies ya madura, a preocuparnos profundamente por ella, para que no pierda la buena cosecha. Concédenos vivir en plena comunión en el sacrificio de alabanza y en el servicio a los hermanos, para ser misioneros y testigos de tu evangelio. Amén.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *