Reflexión miércoles 2 de junio | 9na. Semana Tiempo Ordinario – Año Impar
VIVIMOS EN LA MEMORIA DE DIOS
Reflexión miércoles 2 de junio
Reflexión miércoles 2 de junio de 2021
9na. Semana Tiempo Ordinario
Año Impar
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Jn 11, 25. 26)
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R/.
EVANGELIO
Marcos 12, 18-27
Dios no es Dios de muertos sino de vivos.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió, para darle descendencia a su hermano.
Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete».
Jesús les contestó: «Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo.
Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados».
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
En la controversia con los saduceos acerca de la resurrección, el Señor les dice a ellos, que no creen en ella: Dios se llamó «Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Los tres forman parte del nombre de Dios, están inscritos en el nombre de Dios, están en el nombre de Dios, en la memoria de Dios, y así el Señor dice: Dios no es un Dios de muertos, es un Dios de vivos, y quien forma parte del nombre de Dios, quién está en la memoria de Dios, está vivo.
Nosotros, los hombres, con nuestra memoria, lamentablemente podemos conservar sólo una sombra de las personas a las que hemos amado. Pero la memoria de Dios no conserva sólo sombras, es origen de vida: aquí los muertos viven, en su vida y con su vida han entrado en la memoria de Dios, que es vida. Esto nos dice hoy el Señor: «Tú estás inscrito en el nombre de Dios, tú vives en Dios con la vida verdadera, vives de la fuente verdadera de la vida».
Vivimos en la memoria de Dios
Así, en este momento de tristeza, somos consolados. Y la liturgia renovada después del Concilio, osa enseñarnos a cantar «Aleluya» incluso en la misa para los difuntos. ¡Es audaz esto! Nosotros sentimos sobre todo el dolor de la pérdida, sentimos sobre todo la ausencia, el pasado, pero la liturgia sabe que estamos en el mismo Cuerpo de Cristo y vivimos a partir de la memoria de Dios, que es memoria nuestra. En este entrelazamiento de su memoria y nuestra memoria estamos juntos, estamos vivos.
Oremos al Señor para que podamos sentir siempre esta comunión de memoria; que nuestra memoria de Dios en Cristo sea cada vez más viva, y así podamos sentir que nuestra verdadera vida está en él y permanezcamos todos unidos en él. En este sentido, cantamos «Aleluya», seguros de que el Señor es la vida y su amor nunca tiene fin. Amén. (Papa Emérito Benedicto XVI. Capilla Paulina. Jueves 2 de diciembre de 2010).
Reflexión miércoles 2 de junio
Para la reflexión personal
El hombre «no debe despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día» Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 14 tomado de Hablar con Dios
Oración
Señor, tú eres el Dios vivo y el Dios de la alianza de la vida y del amor leal. Guárdanos en tu amor y guarda la promesa de vida que nos has dado por medio de tu Hijo Jesucristo. Que sepamos seguir luchando valerosamente contra todo lo que causa muerte a nuestra vida cristiana. Concédenos ser pueblo vivo, que viva siempre en favor de la vida. Que su vida brote en nosotros a borbotones, fuerte y con plena riqueza, hasta que florezca y dé frutos de vida eterna. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.